lunes, 15 de diciembre de 2014

Texto de Ana Prieto sobre "Porno nuestro" a propósito de la presentación en la Fundación TEM

1. Cuando me enteré de que Daniela y Alejandra estaba escribiendo un libro sobre el porno, lo primero que les pregunté fue cómo iban a hacer para manejar el tema de las palabras “cochinas”. Sé que fue una pregunta muy nerd, pero sucede que el porno maneja palabras que quién más, quién menos, todos usamos en nuestra vida cotidiana, pero que resulta verdaderamente raro ver impresas, y que en un libro sobre el porno son, desde luego, inevitables. A menos que uno explícitamente busque textos así –literatura erótica, o libros de Milo Manara–, los lectores tenemos los ojos bastante deshabituados a esas palabras (no están en la prensa, escasean en la literatura de ficción), y cuando irrumpen como mala prosa nos pueden arruinar el día. Piénsese en las malas traducciones que vienen desde España: uno está leyendo tranquilamente y de pronto aparece un “polla” o un “follar”, y ya nos entra un veneno y queremos soltar el libro para siempre. Además está el asunto de las equivalencias: ¿cuántos sinónimos hay de culo, cojer, pija? ¿Cómo se hace para escribir un libro en el que tienen que aparecer esas palabras una y otra vez? Recuerdo que Daniela me contestó que todavía estaban en el proceso de decidir cómo manejar el lenguaje, pero también recuerdo que a ella no le parecía el problemón nerd que me parecía a mí que no hubiera demasiados sinónimos utilizables en stock.

2. Porno nuestro es, en primer lugar, un libro que está tremendamente bien escrito. La prosa fluye como un río y ninguna palabra “potencialmente disruptiva” interrumpe el relato. La razón de que esto sea así es tan linda como obvia: Alejandra y Daniela escribieron este libro sin pudor. Así como las actrices porno se desprenden de la ropa, ellas se desprendieron de cualquier pudor, y esa libertad se nota. Y, como sabemos, la libertad hace que todo se vuelva bello.

También escribieron el libro sin ningún prejuicio pero esto no es una sorpresa: las dos son buenas periodistas y los buenos periodistas hacen eso: acercarse a su objeto de investigación librados de prejuicios o, al menos, consiguiendo que los lectores no los notemos.

Es un libro que tampoco hace concesiones. Algunos de los personajes son verdaderamente entrañables o intensamente seductores, pero si ellas quieren tirar un palo, lo tiran, y si tienen que desentrañar una mentira, lo hacen. Como buenas periodistas.

3. Durante el Mundial, recordarán ustedes, la TV Pública sacó una seguidilla de propagandas del ANSES protagonizadas por un tal “abuelo Quique”. Más o menos una semana antes de que Argentina llegar a la Final, se publicó como escándalo que el abuelo Quique hubiera trabajado en una película porno unos años antes. Si los que saltaron a incendiar al abuelo Quique al mejor estilo Torquemada leyeran Porno nuestro, se sentirían absolutamente ridículos, desinformados y burros.

La realidad siempre es mucho más compleja, interesante, y menos obvia de lo que la mayoría de nosotros nos molestamos en averiguar. Y eso hicieron Daniela y Alejandra: averiguar, arremangarse y explorar con seriedad y curiosidad –y también con humor; el libro tiene momentos de humor épicos– el género cinematográfico sobre el que existen más prejuicios y más silencios. El lector se encuentra con datos increíbles, como que la primera película porno de la historia mundial muy probablemente sea argentina, o que Sabrina Sabrok –argentina también– tiene tetas de 18 kilos, o que los chantas del ambiente porno no son muy distintos de los chantas de cualquier otro ambiente.

Es como ellas mismas dicen a poco de empezar el libro: es muy fácil pensar que el porno es un agujero de explotación, sufrimiento y humillación. Pero la realidad es bien distinta; solo hay que tomarse el trabajo de averiguarla.

Porno nuestro es, también, un gran libro sobre cine y por lo tanto uno que no debería faltar en la biblioteca de cualquier cinéfilo. Y sin duda es un libro que debe tener 

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