viernes, 31 de enero de 2014

Orange is the new black: Sobrevivir tras las rejas*

(Mi humilde opinión sobre la serie revelación absoluta de 2013 que la rompe en Netflix con elegancia y efectividad)

Problemas. Por su relación con una traficante de drogas, la protagonista de “Orange is the new black” debe enfrentar el encierro en un correccional.

*Esta nota fue publicada en REVISTA Ñ el 25 de enero de 2014.

Orange is the new black es un parque de diversiones para la mente con todo lo que un parque de diversiones implica: alegría, endorfinas, adrenalina y un poco de espanto, pero del bueno, del que hace gritar basta, no, seguí, muy bien ahí, queremos más. Y habrá. Después de una exitosa primera temporada 2013, ya está confirmada la segunda para 2014 y hasta una más que posible tercera en 2015.
Cada uno de los primeros 13 capítulos de esta serie original de Netflix es una pequeña joya de una hora, como una mini película perfecta que siempre deja un gancho que hace necesario ver lo que sigue. Y lo mismo pasa con la temporada completa, que es una maratón impecable que va tomando fuerza y color a lo largo de su marcha certera.
Jenji Kohan, creadora y productora ejecutiva de Orange is the new black , ya había demostrado en Weeds que el universo femenino no es un cliché alla Sex and the city y ahora le pone la cereza al postre con su nueva creación basada en el libro autobiográfico de Piper Kerman, en el que la autora relata sus memorias de los 13 meses de condena que cumplió en 1998 por un delito menor.
Parada con precisión quirúrgica en la delgada línea que separa el drama de la comedia, Orange is the new black es una historia coral de un grupo de mujeres encerradas en un microcosmos muy particular. Todo comienza cuando la delicada rubia de clase media culta Piper Chapman (la hasta ahora casi desconocida Taylor Schilling) termina en un correccional un poco progre , pero igual de opresivo, como consecuencia inesperada de una vieja relación con una traficante de drogas (la pelirroja, luego rubia y ahora morocha Laura Prepon de That ‘70s Show y Are You There, Chelsea?).
Lejos de su aparentemente novio perfecto (Jason Biggs, el de American Pie ), Piper lleva adelante una trama que podría describirse como “la anti Oz”, el exitoso drama carcelario de HBO celebrado por su realismo y cruda dureza. Orange is the new black es tan brutal como tierna y hasta se da el lujo de ser un poco cursi mientras crece sin fisuras.
La serie muestra cómo se sobrevive, o no, cuando el mundo conocido se desmorona. Cada personaje tiene una historia, en la que se centra cada capítulo mediante flashbacks, y cada historia toca, en mayor o menor medida, un tema concreto. Así, a partir de este grupo de mujeres, se habla de religión y fanatismo, venganza y sus consecuencias, transexualidad en un mundo machista, drogas, prejuicios, represión sexual, crimen organizado, abuso de poder y más.
El test de Bechdel es un sistema para medir la brecha de género en la cultura audiovisual, que comenzó como una broma de la dibujante de cómics Alison Bechdel en 1986 y hoy, tragicómicamente, si se aplica, la mayor parte de las películas, series, historietas y demás etcéteras del mundo del entretenimiento no lo pasan. Los requisitos son tan simples que aterra el resultado negativo que suele arrojar:

1. Tiene que haber al menos dos personajes femeninos (con nombre).
2. Dichos personajes deben hablarse en algún momento.
3. Esa conversación debe tratar sobre algo que no sea un hombre.

Aunque muchos productos culturales y de entretenimiento, incluso los realizados por o para mujeres, no pueden pasar el test de Bechdel, Orange is the new black lo rebasa.
Lo explota.
Lo revolea por el aire.
Se planta como una caja de dinamita que rompe cualquier patrón arcaico. En esta serie revelación absoluta de 2013 las protagonistas son mujeres, los hombres son minoría, los diálogos no son para hablar de ellos y el público que la disfruta es por igual femenino que masculino.
Y es más: la evolución de Piper Chapman, el personaje principal, desde la inocencia pusilánime hasta la oscuridad aterradora y dueña del mango de la sartén no tiene nada que envidiarle a la de Walter White, el adorado protovillano que casi la totalidad de la población amante de las series vio desarrollarse a lo largo de Breaking Bad .
Es como una distopía al revés. Una situación posible, pero un poco mejor y hasta a veces deseable. Eso es raro, hace como cosquillas en el cerebro, pero cuando se supera la incomodidad inicial, que está planteada a propósito por el brillante guión, y dentro de ese mundo en el que los correccionales pueden ser un lugar ameno y el grupo de convictas similar a uno de autoayuda, la historia tensa las cuerdas justas. Y funciona. Oh, sí.

-º-

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jueves, 2 de enero de 2014

American Horror Story. Nadie está a salvo del miedo*

*Una versión de esta nota fue publicada en REVISTA Ñ el 28 de diciembre de 2013.


Cada persona tiene un lado oscuro y American Horror Story es, sin lugar a dudas, el de Ryan Murphy, su creador y también la mano mágica detrás del luminoso y musical Glee, proyecto absurdamente feliz con el que viene hiteando covers de clásicos del pop desde 2009. El productor, guionista y director se dio a conocer en 2003 gracias a Nip/Tuck, la de los cirujanos plásticos irónicos, y así como cada paso en su carrera televisiva fue un cambio radical, también lo es cada temporada de su última serie, que año a año llega con un nuevo gancho imposible de ignorar.
La tercera entrega de American Horror Story se llama Coven, que quiere decir aquelarre. Se encuentra en plena emisión, a punto de terminar, en la cadena estadounidense FX y acá se puede ver por canal FOX. Otra vez protagonizada por Jessica Lange, es la más vista hasta ahora de toda la saga y llevaba contabilizados en la mitad de la temporada unos cuatro millones de espectadores. El secreto del éxito, o mejor dicho el postre que corona la calidad de la serie, es que cada temporada se enfoca en una historia nueva sin continuidad en las siguientes y lo único que se repite es la presencia de algunos actores, que reaparecen junto a otros nuevos cada vez que cambia de trama. 
Coven es, obviamente, sobre brujería y la historia se centra en la lucha de esta aquelarre contra sus enemigos y contra la extinción. Así, Murphy renovó sus votos con la oscuridad de un modo casi romántico. Hay hermosas brujas con vestido y sombrero negro en pico, que salen al sol bajo un paraguas. Los muertos que vuelven por hechizos sienten el vacío de la vida, un mayordomo se corta la lengua por amor y los fantasmas son enamoradizos. También una reina del vudú busca venganza y una cruel ex esclavista inmortal es ahora esclava. Y más. 
Entre los regulares, además de Jessica Lange, están el genial Evan Peters (camaleónico en cada temporada), la delicada Taissa Farmiga (protagonista en Murder House, el primer año) y Frances Conroy (aplauso medalla y beso, siempre perfecta). Algunos de los que se sumaron en Asylum, la segunda vuelta, y continúan, son la intensa Lily Rabe y la intrigante Sarah Paulson. Las nuevas adquisiciones para Coven fueron nada más ni nada menos que la aterradora Kathy Bates, Angela Basset desparramando espanto y, como dos bonus coloridos, Emma Roberts (hija de Eric, pero más que nada sobrina de Julia) y Gabourey Sidibe (la revelación 2009 de la película Precious, de Lee Daniels). 

En el principio era el Verbo
A American Horror Story se la sigue año tras año por su espectacular inicio. Porque si se va a hablar de miedo y nudo angustiante en el estómago que igual llama a continuar viendo, hay que destacar en la saga a Murder House, que arrancó en 2011 con toda la carne al asador. Antes de los títulos ya se había podido ver a una misteriosa niña down, dos gemelos masacrados por un fantasma y una casa tenebrosa a la que, obvio, no había que entrar. Menos de un minuto que impactó como un cross a la mandíbula y entonces knock out con la secuencia de títulos: un sótano, imágenes entrecortadas, fetos en jarros, una tijera ensangrentada, vestidos antiguos y una música inconexa que acompañaba el misterio a la perfección. Así, antes de la presentación formal de los protagonistas, ya quedaba claro que se estaba en presencia de la más icónica de las series contemporáneas.
Como cualquier historia de horror norteamericana todo comienza cuando una familia se muda a una vieja y enorme casona que está habitada por espíritus. Hay una vecina con dos hijos, una adolescente down y un joven misterioso. Son aterradoramente disfuncionales, pero se van mezclando en la normalidad de los recién llegados hasta que poco a poco se va develando quiénes están realmente vivos y cuáles son los muertos. Y esa es sólo el resumen de la trama central. 
Murphy planteó este inicio como una antología de todas las historias de terror que durante décadas alimentaron la saludable paranoia universal a través de libros, películas y series. Así que también ahí están presentes, y evidentes, desde las referencias más actuales como La Dalia negra (Brian De Palma, 2006, sobre un enigma policial real sucedido en 1947) hasta las clásicas; El bebé de Rosemary  (Roman Polański, 1968) y El resplandor (Stanley Kubrick, 1980), entre otras.
Develar el giro sorpresivo del final de Murder House sería arruinar el grito aterrador de los que aún no se sumergieron en este universo, así que vale decir, nada más, que a lo largo de 13 capítulos no faltan sorpresas. La primera temporada de American Horror Story construyó, capa sobre capa, una gema impecable del género.
El primer gran impacto de la segunda temporada, Asylum, fue no sólo la continuidad del cast con cambio de trama si no la temática. La apuesta fue por el terror de lo posible. Entonces el escenario fue un manicomio en la década del 60 con microcéfalos, electroshocks y misterios inimaginables. Murphy, otra vez, hizo un repaso por todo lo que inquieta: desde monjas perversas hasta asesinos seriales y represión contra la homosexualidad, nazismo, violaciones, criaturas caníbales y experimentos médicos a lo Mengele. Para sazonar la receta perfecta, y porque nunca puede faltar un poco de espanto sobrenatural, hubo también lugar para posesiones demoníacas, extraterrestres, exorcismos y una pizca, apenas un poco pero suficiente, de gore.
Hasta ahora, cada año era una incógnita, pero en esta ocasión Murphy ya adelantó que va a dar algunas pistas sobre la cuarta temporada, que se va a estrenar en octubre y será la última que cuente con Jessica Lange. Con 13 episodios en total, el número 11 de Coven, que se va a emitir en enero de 2014, va traer encriptado el secreto.  
"No es contemporánea y va a ser filmada o bien en Nueva Orleans o en Santa Fé. Y no va a ser un spin-off, porque eso acabaría con la gracia de la serie. La razón de su éxito es que nadie está a salvo. Creo que la última imagen de esta temporada será: 'Esto es lo que vas a ver el año que viene'. Y entonces, revelar el título", adelantó el productor y confirmó que su nueva temática serán los vampiros. Después volvió a llamarse a silencio, pero bien podría haber dicho: “Escúchelos... las criaturas de la noche. ¡Qué encantadora música componen!”.

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