Se presenta en el Malba una colección de imágenes tomadas por la artista alemana radicada en la Argentina. Una experiencia fascinante por un mundo de imaginación y también de provocaciones.
*Esta nota fue publicada en la revista El Guardián en abril de 2013.
*Esta nota fue publicada en la revista El Guardián en abril de 2013.
El segundo gobierno de Perón está en su esplendor, ascienden
las clases sociales más bajas y una Evita viva, saludable, logra que finalmente
se sancione la ley que otorga el derecho al voto femenino. Comienza entonces un cambio de roles en la sociedad argentina que, en cuanto a los derechos de la mujer, da pie
a una paradoja que llega hasta el día de hoy.
Ante cada avance, vale preguntarse si se logró realmente
conquistar un espacio y si además existe en el imaginario popular conciencia de
eso.
Grete
Stern, en aquel contexto, no sólo se lo preguntaba si no que lo cristalizaba en
su trabajo. Nacida en Alemania en 1904 y discípula de la Escuela de la Bauhaus, dejó su país en 1933. Judía y simpatizante de la izquierda intelectual, no había lugar para ella en la Europa dominada
por Hitler y en 1935 se instaló en Buenos Aires. Desde entonces se consideró a
sí misma, hasta su muerte en 1999, una fotógrafa argentina.
Impecable y revolucionaria retratista, viajó por el país,
documentó a los pobladores originarios, fue profesora de fotografía en la
Universidad de Resistencia, en la Provincia del Chaco, y realizó
reportajes urbanos. Entre 1948 y 1951
hizo un trabajo por encargo que sería lo más importante y llamativo de su obra.
Idilio era una
revista de la Editorial Abril
dirigida al público femenino de la nueva clase media: ahí había fotonovelas,
chimentos de la farándula y, novedosamente, una página llamada “El
psicoanálisis le ayudará” en donde Stern representaba con fotomontajes los
sueños que mandaban las lectoras al correo. Además, el sociólogo Gino Germani
-director de la publicación- los interpretaba bajo el seudónimo de Richard
Rest.
El resultado fueron
cerca de 150 piezas únicas, originales y modernísimas aún hoy en las que la
fotógrafa utilizó una técnica hasta entonces poco conocida y le imprimió su
absoluta y arrolladora subjetividad femenina. La del tipo de mujer que ella era:
detallista, fina, irónica, inteligente y determinada.
Durante el primer año,
Grete Stern fotografió casi todos los fotomontajes antes de entregarlos. Luego,
prácticamente abandonó esa rutina. Es por eso que hoy sólo se conservan 46
negativos. Hasta fin de junio se puede ver en el Malba Los sueños 1948 – 1951, donde
está esta colección, que es
uno de los cinco juegos firmados por la artista que existen en el mundo.
La trama onírica
A pesar de publicarse semanalmente durante casi tres años,
los fotomontajes de Stern fueron completamente ignorados en su momento. La
serie se presentó por primera vez como una muestra en Buenos Aires en 1967. En
1982 fu exhibida en el FotoFest, de Houston, Estados Unidos, y recién entonces
comenzó a gozar de su merecido prestigio. Aún en vida de la fotógrafa, se colgó
en el IVAM de Valencia (1995), en Francia y en España (1996), en Portugal y en
Holanda (1997) y en Alemania (1998/ 1999).
Las piezas que se exhiben ahora integran la colección privada
de Eduardo F. Costantini y en 2011 ya se había realizado en el Museo
de Arte Latinoamericano de Buenos Aires la misma exposición con un gran éxito
de público. Actualmente, la serie Sueños es reconocida en su original y
verdadera dimensión.
“La serie de fotomontajes para Idilio fue la primera obra fotográfica –y la más importante hasta
hoy- radicalmente crítica de la opresión y manipulación que sufría la mujer en
la sociedad argentina de la época, y de la humillante consecuencia del
sometimiento consentido”, afirma el investigador y editor fotográfico Luis
Priamo en el catálogo de la exposición Grete
Stern, Obra fotográfica en la Argentina, Fondo Nacional de las Artes, Buenos
Aires, 1995.
Los protagonistas de las fotos eran sus amigos, familiares y
vecinos, la gente que tenía a mano, y a veces ella misma. Las imágenes
complementarias, como los paisajes, fondos y objetos eran de su archivo
personal. Como la entrega del trabajo era semanal, Stern no tenía tiempo para
corregir o retocar las piezas, así que después de publicadas a veces las seguía
modificando por obsesión y gusto personal. Por eso actualmente existen
dos versiones de algunos sueños.
“La mujer de los sueños de Grete es un ser angustiado y
oprimido. Sus placeres son patéticos, igual que sus frustraciones; y cuando se
la ve activa y dominante, es tan cruel como el mundo que la agobia. Sus
ambiciones reflejan las utopías de melodramas y radionovelas: éxito social,
riqueza, guantes largos y lamé (…) La mirada zumbona y sarcástica de Grete no
se detiene en la compasión por la víctima, sino que avanza también sobre los
resultados alienantes de su resignación”, analiza Luis Priamo, especializado en
fotos antiguas y dedicado a la preservación del patrimonio fotográfico
nacional.
Sueño o pesadilla
Una
mujer dentro de una botella arrojada al mar y otra que navega, vestida de
fiesta, en un barquito de papel. La que se desconoce en un espejo y la que
carga una roca cuesta arriba. Ella cuelga de un precipicio sin temor ni
esfuerzo o está encerrada en una jaula y el público de su zoológico personal es
un león. Es chiquita, diminuta, se queda afuera, perdió la cabeza.
Un hombre pesca a esta
muchacha como si fuera un atún. Ella descansa en su jaula de canario, toca el piano
en una máquina de escribir o se ahoga en su propio living. Un jefe con cabeza
de tortuga la amenaza en la oficina. Está encerrada dentro de la mente de un
niño. Si se desnuda, queda recortada. La mujer está parada sola sobre el
planeta, en el espacio. Ahora se encuentra abatida y con sus pies de elefantes
carga su pesada belleza.
La
obra de Stern muestra su crítica sobre la opresión y manipulación que la mujer
sufría en aquellos dorados años de ascenso económico y primeros logros de
reconocimientos de derechos. El obturador de esta cámara se fija en la paradoja
y dispara con sarcasmo, sin compasión, para capturar una alienación
resignadamente femenina. Estas imágenes
valen, realmente y fuera de todo lugar común, más que mil palabras.
A
más de 60 años de realizados, estos fotomontajes aún guardan un sabor de
inquietante actualidad que todavía funciona. Eso es un mérito de la visión de
la artista, no sólo de la fotógrafa. Sobre la mirada de la mujer -la judía que
escapó de la Segunda Guerra Mundial, la socia a la par de sus colegas hombres y
la que se divorció de su marido cuando nadie lo hacía- que realizó este trabajo
debería tenerse en cuenta el humor satírico, la ácida y empática ironía.
Un
juego posible para el público de la muestra: recorra usted el tercer piso del
Malba, mire estos fotomontajes y trate de imaginarlos en su contexto histórico:
en una revista pasatista, idiotizante, Stern rompe el molde. Realizados por una
mujer con una técnica hasta entonces poco utilizada, casi desconocida, cuando
en el país apenas recién habían adquirido el derecho al voto, es decir que
comenzaban a ser reconocidas como seres pensantes, al menos para el afuera.
Entonces, la muestra no sólo es precisa, original y atemporal, si no también
valiente, de avanzada. Como su autora.
Grete
Stern es tan fina en su ironía que pudo, en su momento y por medio de entregas
semanales en la más zonza de las revistas, ser tomada como literal. Así pasó el
colado grueso, fue vista sin ser mirada y siguió adelante, cavando cada vez más
hondo. El plus de su contemporaneidad fue que si alguna lectora la entendía se
sentía acompañada en su modo de ver las cosas y, si no, comenzó a hacerse
algunas buenas preguntas.
Actualmente,
ya en el colado fino, al recorrer la muestra es posible seguir pensando gracias
y a través de la mirada de Grete Stern. ¿Se logró
realmente conquistar un espacio? ¿Existe en el imaginario popular conciencia de
eso?
Info:
Los sueños 1948
– 1951, de Grete Stern. Todos los días menos los martes, de 12 a 21. Hasta el
1º de julio en el Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415). Entrada: $32
-º-
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